Es un sábado frio de septiembre y un par de horas antes conocí a la chica que podría ser mi mujer perfecta… Pau alias Nina. Pasamos una bellísima tarde bien rosarina en el parque España y hacia una hora que la habíamos ido a conocer La Florida. Le conté a Nina que el chico (Javier 2.0, ya sabrán por que lo llamo así) del cual estoy enamorado había dejado a su novia dos días antes por mi (¡CHAN!) y con esa actitud me rompió el corazón aunque no se salvo de un análisis profundo acerca de la situación tan AMBIGUA: “salgo con una chica pero voy al boliche gay con mis amigos gay”. Entonces en la vuelta solitaria a mi casa desde La Florida patinando en rollers sono mi celular con una invitación de este chico con el que nunca había salido y allí fue que recordé la frase con la que abrí este artículo…
Así fue que conocí a Andrés (ufff...! Si… otro Andrés más), unos años más grande que Javier 2.0 y Evangelista (si… ahora seguramente Ud. Lector acaba de decir ¡Nooo!), estudiante y con todas las dudas y problemas sexuales que Javier 2.0 no tiene resueltos. Una primera cita al mejor estilo Charlotte York y una segunda también. Resultado: dos relaciones al mismo tiempo, jugando a dos puntas, engañando o como ustedes lo quieran llamar. Aunque corro el riesgo, luego de cierto tiempo prudencial, de tomar la decisión incorrecta (eso se hacer re bien), que se descubra mi doble juego o simplemente ninguna de las dos relaciones funcione como debe. Todos son posibles desenlaces junto al de comenzar esta maravillosa y única relación para el resto de mi vida en el juego del amor que cada día tiende más a parecerse a la bolsa y las acciones nuestras relaciones.